miércoles, 8 de junio de 2011

Sorpresa, sorpresa.


Sorpresa, sorpresa (Columna publicada en el número 11 de CampoBase). Enero 2.005. Iñaki Ochoa de Olza.

Me preguntan en numerosas ocasiones, en entrevistas periodísticas o en conferencias audiovisuales, sobre los métodos de preparación física y psicológica que sigo para escalar montañas grandes. Me gusta más responder a la segunda parte, la cuestión mental, y suelo decir que lo más pertinente, en mi opinión, es abrir el balcón de casa, localizar el contenedor de basura más cercano posible, y arrojar el aparato de televisión a su interior. A partir de entonces, será más fácil despegar el culo del sillón y salir a vivir. La televisión como invento tiene su potencial positivo, pero hoy se ha convertido en una máquina de generar bazofia, con honrosas aunque escasas excepciones.

Este pasado verano tuve la fortuna de escalar el K2 con un amigo rumano, un dentista de Timisoara joven, inteligente y sensible que se llama Horia Colibasanu. Horia resultó ser un gran tipo, y hemos mantenido el contacto después, intercambiado fotos y recuerdos. Ahora él es el primer rumano en la cima del K2, y eso supone mucho en un país pobre que lucha por salir adelante. Así las cosas, un buen día de noviembre abrí mi correo electrónico para encontrarme con un mensaje enviado desde Rumanía que inquiría sobre las posibilidades de que yo me presentara de inmediato en aquel país para participar en un programa de televisión llamado “Surprize, Surprize”, en el que mi amigo Horia iba a participar como estrella invitada.

Estoooo...¿“Sorpresa, Sorpresa”? Ehhhh, me suena... Efectivamente, me acordé de aquel infame bodrio que años atrás presentara Isabel Gemio en alguna cadena estatal. Me pareció por un momento ver a aquellas señoras gordas abrazándose llorando al son de alguna música pegadiza, mientras las mamachichos bailaban por detrás cierta coreografía no muy complicada... En España no hubiera tenido dudas, y por vergüenza jamás hubiera aceptado la gentil invitación, pero en este caso lo pensé por un rato y acepté. Más que los principios pesaron la posibilidad de conocer un nuevo país, de ver a Horia otra vez y también las ocho horas de vuelos “por la patilla”.

La cosa fue divertida. Pude compartir bambalinas con las mamachichos: qué hermosas son de carne y hueso (más de lo primero que de lo segundo). No era ningún montaje, y Horia se llevó una grandísima sorpresa al verme aparecer,¡tachán!, tras el decorado. Me llevé dos impresiones, ambas tristes. La primera es que la televisión que se hacía pocos años atrás era aún mejor que la de ahora, lo cual resulta deprimente. Y la segunda es que, dada la pobreza que se ve allí, siempre será un milagro que un rumano encuentre la cantidad de dinero necesario para pagarse un lujo y un vicio como escalar en el Himalaya. Cuando me iba, en cambio, la sorpresa me la dio Horia a mí. Me pasó una revista diciéndome “hay un articulo sobre nosotros aquí.” Debía ser una revista tropical más que rumana, porque la chica de la portada no tenía ropa. Arriba ponía PLAYBOY. Todo en rumano. Y efectivamente, entre “Nicole” y “Rosana”, allí estamos nosotros, sonrientes y helados en la cima del K2. Qué paradojas, unos tanto frío y otras tanto calor...

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